Todo empezó una cálida noche de verano. Llevaba 15 horas sin salir del hospital, exhausta y a la vez emocionada por volverle a ver…
Allí estaba él, sereno, romántico, desprendiendo ese aroma a paz que tanto me gusta.
Esa noche sucedió, quedamos unidos por una promesa que nos llevaría a aquel Monasterio del Puig donde nos dijimos: si, si y siempre si.
A las 6 de la tarde, vinieron a recogernos con ese maravilloso Ford de los años 30, a la Cartuja de Ara Christi donde nos arreglamos ese frío 8 de noviembre. Agradecer, como no, el gran trabajo de Ana y Tere de La Niña de los Peines, que vinieron a maquillarnos y peinarnos, espectacular trabajo.
Ya estaba anocheciendo, era todo maravilloso, la tenue luz, mi padre con su esmoquin, mi vestido de princesa de Rosa Clará ( que tantos quebraderos de cabeza nos dió ), y ese interminable camino hasta ese pueblo en pleno fin de semana medieval, cortado por todos lados, y que muy amablemente nos escoltó hasta la puerta. Gracias Puig, por arroparnos tanto.
Esperando, nuestra familia, impaciente y exultante de felicidad.
Mi madre con su precioso y favorecedor vestido rojo, la madrina y padre del ya mi marido, elegantísimos, y al final de pasillo, esa luz que desprendía su amplia sonrisa, ahí estaba él, regalándome su mano, dispuesto a ofrecerme una vida, una oportunidad de ser felices recorriendo juntos un mismo camino.
Redonda ceremonia, inolvidable momento, en el que los que estaban allí y los que no podían estar, nos llenaron de amor el corazón. Gracias.
Al final la guerra de lechugas programada para la hora de nuestra boda no fue para tanto, y pudimos salir sin hacer puré verde…eso si, con El Cid Campeador de testigo.
Ya en la Cartuja con nuestro querido Ángel, fotógrafo de Antonio Sanz fotografía, del que estamos completamente enamorados de su trabajo, nos hizo unas magníficas fotografías y paseamos por aquel lugar de ensueño decorado por el gusto exquisito del Taller de Clo, gracias chicos!!
Y qué decir del trato, comida y atenciones de la Cartuja…superando expectativas, fue todo entrañable, sin olvidarme de como amenizaron la cena, con ese toque delicioso, el arpa y violín de Úrsula Segarra y su hermano. Bravo!!
Después de alguna que otra lágrima, pero de alegría, tocaba bailar. Nos arrancamos con un pasodoble español, olé, y fue la única vez de las pocas que ensayamos, que nos salió clavado…olé por esos novios!!
Ahora le tocaba el turno a los chicos de Alkilaudio, música fresca, dinámica, para todos los públicos. No podías sentarte, entre chuches, polaroids, firmas en el libro, y baile, mucho baile. No había lugar para quedarse de espectador.
Todas estas cosas, hicieron que ese fugaz momento se quede para siempre en un lugar privilegiado de nuestra memoria, que recordaremos como el día en el que dijimos que SI en MAYÚSCULAS a la vida.